Review article

Gestión del conocimiento y opacidades en la educación superior

 

Dr. Augusto Pérez Lindo
Director de la Maestría en Gestión y Políticas Universitarias del Mercosur,
Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Buenos Aires, Argentina



Resumen

En continuidad al artículo anteriormente publicado y titulado Conceptos y posibilidades de la gestión del conocimiento, donde desde un cariz epistemológico se planteaba la necesidad de repensar un nuevo modo de producción y difusión del conocimiento en las sociedades actuales; este trabajo presenta cómo la Universidad ha entrado tardíamente en el paradigma de la gestión del conocimiento. Aquí se plantea que los factores que explican la aparición de una gestión del conocimiento en determinados países son: la valorización de la ciencia y de la educación como agentes de desarrollo y la valorización del capital intelectual de los individuos. Sí queda claro que sin políticas de conocimiento será difícil que Sudamérica supere el subdesarrollo; y para ello hay que considerar cuáles son las culturas organizacionales dominantes, tanto de las universidades de gestión pública como las de gestión privada. Por lo tanto es necesario un consenso pragmático donde la dirigencia toda, pueda percibir que la gestión inteligente del potencial de recursos que tenemos es lo que nos permitirá multiplicar las posibilidades de crecimiento en todos los sentidos.


Palabras Clave: Gestión del conocimiento, gestión educativa.

 

Knowledge management and opacities in the higher education

Abstract

In continuity to the article previously published and titled Concepts and possibilities of knowledge management, where from epistemological overtones we outline the need to rethink a new production way and knowledge diffusion in current societies; this work presents how University has entered belatedly in the paradigm of the knowledge management. Here it is sketched that the factors that explain the appearance of management of knowledge in certain countries are: the appraisement of science and of education as development agents and the appraisement of the intellectual capital of the person. it is clear that it will be difficult without knowledge policies that South America overcomes the underdevelopment; and for this we must consider what are the dominant organizational cultures, both university governance and the private management. Therefore it is necessary a pragmatic consensus where all the leadership, can perceive that the intelligent management of resource potential we have is enabling us to multiply the opportunities for growth in all directions.


Key-words: Knowledge management, educative management.

 

 

Aunque parezca el ámbito más apropiado para administrar los saberes  la Universidad ha entrado tardíamente en el paradigma de la gestión del conocimiento. En América del Sur este retraso es aún más notorio con respecto a Europa Occidental, el Sudeste Asiático o América del Norte. Al enumerar estas regiones nos damos cuenta que la divisoria pasa por los países industrializados y los no industrializados. A su vez, el paradigma de la gestión del conocimiento se despliega en aquellos países donde se impone la economía post-industrial fundada en el uso intensivo de innovaciones tecnológicas y científicas, en el aprovechamiento del capital humano y en la valorización de los servicios ligados a la cultura, la educación, el turismo, el cuidado del cuerpo o el entretenimiento. Lo que algunos denominan el “capitalismo cognitivo” y lo que otros en clave neo-marxista, como Jameson, pueden calificar de “capitalismo tecnológico tardío”. La experiencia de países ex – comunistas , como Rusia y China, en estos procesos y  el atraso de países capitalistas semi modernos como los de América del Sur, nos obligan a ser más cautos en esta demarcaciones.

Por mi parte, me parece que los factores que explican la aparición de una gestión del conocimiento en determinados países son por lo menos estos tres: 1º) la valorización de la ciencia, de la educación y de las innovaciones tecnológicas como agentes de desarrollo, o como factores de producción; 2º) la sistematización de prácticas administrativas y gerenciales tanto en el sector privado como público; 3º) la valorización del capital intelectual de los individuos y grupos, o sea, el respeto por la creatividad y  el interés por aplicar los saberes disponibles.

Habría que ver en qué medida los países de América del Sur y sus universidades están respondiendo a estas condiciones básicas. Por de pronto en Argentina 2009 no encontramos que se cumplan estos tres requisitos. El gasto en Ciencia y Tecnología representa alrededor del 0,50% del PBI (contra el 1% en Brasil, o el 3% en Corea). El gasto en Educación se aproxima al 5% del PBI (siendo la meta del 6%). La cultura de gestión se encuentra en crisis en el sector público. En las universidades nacionales es muy precaria, podríamos decir pre-moderna. La gerencia universitaria está en formación. La valorización del capital intelectual es inexistente: no hay programas de becas para posgrados, no se reconoce automáticamente las calificaciones de posgrado en la carrera docente (en el sistema educativo prevalece el criterio de antigüedad sobre el mérito de acuerdo al Estatuto del Docente). El reconocimiento de los méritos, de la creatividad o de la capacidad para resolver problemas es muy restringido, tanto en el sector docente como administrativo y directivo.

Algunas de estas deficiencias podrían encontrarse en la mayoría de los países de América Latina. Podrían ampliarse los indicadores para demostrar cuánto falta para llegar a una cultura de la gestión del conocimiento en Argentina y otros países de América del Sur. Lo más importante a mi entender es asumir que sin políticas de conocimiento es difícil que Sudamérica supere el subdesarrollo.  Esta tesis ya se encuentra en autores como Presbich, Amílcar Herrera, Darcy Ribeiro, Jorge Sábato y muchos otros. En los organismos de políticas científicas de México, Brasil, Argentina, Chile y otros países hace rato que esto forma parte del consenso básico. La cuestión es el cómo. El financiamiento ha sido un factor decisivo pero no el único. Desde 1970 a 2009 se financiaron muchos proyectos de investigación con el propósito de estimular la actividad científica. Hacia mediados de 1990 se comprobó que una parte importante de estos gastos sirvió para formar recursos humanos de alto nivel que se iban al exterior. Por ejemplo, de los casi 11.000 doctores de todas las disciplinas que tenía la Argentina hacia 2007  unos 5.500 estaban trabajando en el extranjero. Podemos estimar, por otro lado, que cerca de 100.000 graduados de la educación superior argentina emigraron en las últimas décadas. ¿Por qué? Porque no existieron políticas adecuadas para aprovecharlos en el país.

De la experiencia argentina se pueden sacar algunas lecciones. La primera es que no basta con incrementar el gasto si no tenemos objetivos claros para aprovechar la actividad científica y los recursos humanos valiosos en función de nuestras necesidades. La segunda: que la mera formación masiva de profesionales en las universidades no nos asegura que la sociedad va a funcionar mejor o que el país va a desarrollarse. De hecho, sobran abogados y falta justicia, sobran arquitectos y faltan viviendas, sobran médicos y falta atención sanitaria en la población. De nuevo podemos ver que lo importante es saber cómo aprovechamos este capital intelectual. La tercera observación tiene que ver con la expansión del sistema universitario o educativo en general. Si esta expansión asegurara por sí misma, como muchos creyeron, el mejoramiento de conocimientos y actitudes de los individuos, seguramente la sociedad argentina ya debería ser mucho mejor de lo que es porque mantuvo durante décadas la tasa de escolarización más alta  de América Latina.

Ahora sabemos que la mera escolarización no significa mucho si no tenemos en cuenta los resultados cuantitativos (cuántos se gradúan) y cualitativos (qué aprenden los alumnos). Los mecanismos de evaluación institucional aparecieron en todo el mundo para hacer transparentes los resultados y poder elaborar políticas de mejoramiento de los sistemas educativos. Pero en Argentina la resistencia a la evaluación pedagógica e institucional sigue siendo grande. En los últimos años el Ministerio de Educación  decidió no publicar los resultados de los operativos nacionales de evaluación; en la educación superior sólo aproximadamente el 50 % de las universidades aceptó los procedimientos de evaluación institucional.  

Para comprender las resistencias a la gestión del conocimiento en la Educación Superior hay que considerar cuáles son las culturas organizacionales dominantes. En las universidades públicas predomina la cultura política y gremial. Los rectores surgen de acuerdos de este tipo. Los equipos dirigentes también.  Sin duda, en otros países de América del Sur ocurre algo parecido. Ahora bien, el problema es que los “acuerdos políticos-corporativos” determinan las políticas académicas e institucionales. La comunidad de profesores e investigadores no tiene la última palabra, como correspondería en un régimen de autonomía universitaria. La distribución de cargos, la asignación de recursos, los concursos de profesores, las reformas académicas, todo se encuentra sometido a la dinámica política – corporativa donde a veces un pequeño núcleo de estudiantes o de operadores políticos o gremiales, puede definir el rumbo de la universidad. El resultado es que en lugar de planeamiento estratégico lo que tenemos son políticas de control o de apropiación de los sectores políticos o corporativos (estudiantes, gremios docentes y no docentes, colegios profesionales, etc.). De hecho, en algunos casos lo que se produce en las universidades públicas es una verdadera apropiación privada del espacio público universitario. De hecho, cuando los empleados deciden que sus hijos son los primeros candidatos para ocupar un cargo vacante o cuando los profesores de una materia deciden que no se puede modificar un plan de estudios si no se asegura la continuidad de los mismos profesores, nos encontramos con una forma de “privatización corporativa” de la universidad pública.

Del lado de las universidades privadas encontramos con frecuencia el predominio de la cultura empresarial. El propietario o los propietarios adoptan políticas para incrementar la matrícula pues el fondo de los aranceles estudiantiles es la única fuente de ingresos que produce la universidad privada. Por lo tanto no importa ni la calidad, ni la investigación. Los profesores no tienen cargos fijos o dedicaciones de tiempo completo. En pocas universidades privadas los profesores están bien pagos. En los últimos años varias universidades privadas comenzaron a invertir en investigación y a realizar contratos de servicios o consultorías para diversificar sus ingresos. En las universidades confesionales, sobre todo católicas, se tienen en cuenta valores religiosos y comunitarios.  Asimismo, en ellas se reciben donaciones o fondos privados que apoyan a la actividad universitaria. 

En conjunto las universidades privadas, que representan alrededor del 15% de la matrícula de educación superior, no aportan más del 1% del gasto en ciencia y técnica del país. En la década 2000-2009 algunas universidades privadas comenzaron a apostar a la actividad científica y a los posgrados. Tres de ellas lideran la oferta de diplomas de MBA (Master on Bussines Administration). Diversas  universidades privadas ofrecen becas para alumnos procedentes de familias de bajos recursos.

Existen universidades privadas que se ubican más allá de los criterios empresarialistas buscando la excelencia académica, ofreciendo servicios a la comunidad o realizando innovaciones pedagógicas. Lo mismo podríamos decir de universidades o de facultades de universidades públicas que a pesar de las limitaciones presupuestarias o políticas mantienen emprendimientos valiosos. Pero todas están socavadas por el individualismo institucional que es otra de las culturas dominantes. Sin duda este es un correlato del mosaico de feudalidades que constituye el sistema social argentino. Y aunque se invoque la autonomía universitaria (en versión reformista pública, o en versión liberal privada) para justificar las resistencia a toda estrategia conjunta del sistema universitario, lo que determina la fragmentación es la ausencia de un proyecto nacional o regional. La atomización institucional correlato de la desintegración social funciona como velo que impide pensar el conjunto del sistema universitario.

John K. Galbraith decía en “La pobreza de masas” que lo peor del subdesarrollo es cuando los dirigentes comienzan a pensar de manera subdesarrollada. La “gestión del conocimiento constituye un nuevo paradigma que podría contribuir a crear un nuevo modelo de desarrollo más inteligente y más solidario. Pero la resistencia a este nuevo enfoque tiene mucho que ver con la reproducción de mentalidades asentadas en el clientelismo político, en el corporativismo, en el mercantilismo o en la atomización social. Cuando desestimamos la posibilidad de mejorar nuestro bienestar colectivo valorizando el uso social del conocimiento nos estamos condenando a la involución, pues el intento de aprovechar la inteligencia para vivir mejor surge en los orígenes mismos de la historización humana. En este sentido podemos decir que la “gestión del conocimiento” constituye un recurso adecuado a nuestra etapa de evolución y forma parte de las posibilidades creadas por el proyecto moderno del “saber para poder”.

La estructura de la desigualdad no es compatible con un proyecto inteligente y solidario. Las prácticas clientelísticas y corporativas no son congruentes con la valorización del capital intelectual de los individuos o con el respeto de criterios de pertinencia social o académica. El mercantilismo universitario solo mira a las ganancias inmediatas y no puede favorecer una apuesta estratégica al conocimiento. Estos y otros factores intervienen en el rechazo a la gestión del conocimiento en la educación superior. Para superarlos es preciso una toma de consciencia de la clase dirigente. Es necesario un nuevo consenso pragmático desde donde la dirigencia política, empresarial, sindical y la burocracia estatal, pueda percibir que la gestión inteligente del potencial de recursos que tenemos es lo que nos permitirá multiplicar las posibilidades de crecimiento en todos los sentidos. Se trata de una apuesta donde todos pueden ganar para salir del casillero actual donde todos pierden.

Gestión Universitaria
ISSN  1852-1487

http://www.gestuniv.com.ar

Vol.:02
Nro.:01
Buenos Aires, 15-11-2009

Recibido el: 30-09-2009 ; Aprobado el: 01-11-2009

URL http://www.gestuniv.com.ar/gu_0201/v2n1a1.htm